lunes, febrero 16, 2009

De los medios de transporte y otros demonios...

En tres días, me subí a 5 medios de transporte distintos.
Y en tres días, viví las peores experiencias sobre ellos.
De los existentes, siempre me voy a quedar con el colectivo: me gusta poder saludar a los choferes al pedirles "$1.20", me gusta tener qué mirar por la ventana y si me paso, la diferencia siempre será de 3 o 4 cuadras.
El subte me angustia: me "claustrofobea" tener un túnel oscuro entre estación y estación, en verano me ahogo y me siento presa del gremio, sea la época del año que fuera.
Para el tren, tengo sentimientos encontrados: conozco solo dos líneas (Urquiza y Mitre) y me gusta la vista pero DETESTO el cúmulo de situaciones que se viven sobre los rieles.
El sábado, yendo a Martinez, me banqué una cola de 15 minutos en el Mitre, solamente para comprar el pasaje. Les reconozco la puntualidad inglesa con que partieron: la pizarra anunciaba 14.15 la partida y fueron esos minutos exactos los que el reloj delataba cuando partimos. Me revientan los coches de bebes y la gente "tirada" en el piso cual plaza en enero. Banquensela parados como yo, paj....! Al llegar, debía subirme a un colectivo interno (de esos onda "570" o "809", cuya numeración solo existe cruzando la Gral Paz). Lindo, pero austero.
A la noche, remis. Levanten la mano los que desconocían que la bajada de bandera en provincia es de $6!!!!!!
De vuelta a mi hogar, el 60. El siempre bienponderado super bondi, que te lleva, te deja y te trae en casi todos lados. Piedrazo en el vidrio trasero + calor del mediodía = colectivero medio cruzado, cartel de SIN SERVICIO y la vuelta más rápida a mi casa desde Martinez.
Siempre me digo a mi misma que no me voy a volver a subir a un subte, y siempre me termino mintiendo a mi misma. Hoy era inevitable no subirme: en Palermo, la formación tardó 25 minutos contra los 10 servicios que de la "vereda de enfrente" cumplían un horario perfecto. Calor, mucho. Dos tuppers de chocotorta en una bolsa de papel que terminó por deshacerse, un lápiz enroscado en el pelo, gritos, empujones, tres punguistas frenados por el mismo pasaje, intercambio de recetas de cocina en los momentos en los que la formación se frenaba en el medio del túnel, más calor, gritos, quejas y sobre todo, angustia. El highlight de la anécdota fue cuando en determinada estación, una mujer osa en pedir "que se metan más al medio". "Si señora, no sabe todo el lugar que hay acá adentro" logré gritar desde el pequeño lugar que ocupaba...
Hoy juro que no vuelvo a subirme a un subte a menos que sea fin de semana y de mañana.
A mi ya, no me enganchan más.

Haga patria, camine.